lunes, 5 de abril de 2010

88 - Centenario y Bicentenario

Los argentinos tenían sobrados motivos para celebrar en 1910, el año del centenario, un siglo antes era un territorio con menos habitantes que Chile y que Bolivia e importábamos el trigo que consumíamos. En el nuevo siglo, las fronteras se había extendido notablemente y pasamos a ser el primer país productor de cereales, nos llamaban el “granero del mundo” y nos ubicamos entre las seis mayores potencia económica mundiales y los altos salarios que se pagaban atraían inmigrantes de todas las latitudes, los gobernantes de este período de increíbles realizaciones, dejaron también la tercera red ferroviaria más extensa del planeta (47.000 Km.) y una infraestructura portuaria formidable.

Territorio de la Argentina antes de la presidencia de Julio Argentino Roca [1]

En el bicentenario, Argentina es tema de estudio, para explicar por que una nación que conoció el éxito, se desplomó a niveles donde solo compite por los primeros lugares en inflación y corrupción. Los datos comparativos de Argentina y el mundo, entre otras numerosas fuentes, se puede consultar con gráficos muy ilustrativos, en el trabajo de Eduardo Conesa “Las Causas de la Decadencia Argentina..” [2]

Argentina del bicentenario: entre la resaca del mundo

Mapa interactivo en: http://www.transparency.org/policy_research/surveys_indices/cpi/2009

El éxito alcanzado en el primer centenario, pese a que la mitad del siglo estuvo desperdiciado en luchas intestinas, se debió a la unificación política bajo la constitución liberal de 1853 y sobre todo al accionar de un grupo de hombres muy competentes, que se dio en llamar “la generación del 80” (1980 – 1916). En estos 36 años, se produjo la explosión de progreso más extraordinaria de la historia de Latinoamérica, sin embargo muchos autores contemporáneos, se refieren a esta época con expresiones descalificantes como la de los “gobiernos oligárquicos” o de la “elite europeizante”, etc.

Pero la generación del 80 dejó una realidad palpable, concreta, las críticas son solo palabras, adjetivos pasados por los filtros ideológicos de las generaciones moldeadas en al populismo demagógico, que hubieran querido ver quizás a “gauchos con boleadoras” ocupando los lugares de los “aristócratas y sus vanidades parisinas”, para estar estéticamente tranquilos, como se puede esperar de los espíritus envidiosos, a quienes tanto molesta el bienestar y riqueza ajenos.

La decadencia Argentina comienza con la toma del estado como un coto de caza, como un “botín de guerra” donde encaramarse, el líder partidario primero, seguido de todos sus parientes, amigos y clientes, para que una vez en el poder ocuparse en preparar las próximas elecciones, de tal manera de perpetuarse, disfrutando de una vida de privilegios, a expensas de los pocos que con el lomo encorvado, trabajan para sustentar la clase parásita.

Incapaces de generar nueva riqueza en base a la creatividad, al conocimiento, la tecnología, la investigación, a la colaboración de clases y a la inversión de capital, como hicieron todos los países prósperos del mundo, solo concibieron la idea de distribuir la riqueza ya existente, de paso que descalificaban a los que la producían como “oligarcas” en sus variantes “vacuna”, “terrateniente”, etc. Los partidos políticos, madrigueras de hombres mediocres y corruptos , tuvieron ya muchas oportunidades de gobernar, pero el legado que dejan está a la vista: han hecho fracasar a una de las naciones más ricas del mundo, dejando la mitad de la población activa aferrada al salvavidas del estado. [3]

La herramienta que utilizaron para demoler aquella gran nación del centenario, fue la propaganda, la propaganda es una de las tantas manifestaciones derivadas de la aplicación de la ciencia a los fenómenos sociales. Así como la físicas, la química y las matemáticas fueron la base de la Revolución Industrial, la sociología y las técnicas de manipulación de masas, permitieron mover el tablero humano al antojo de los demagogos.

El propósito último de la propaganda, tanto para el comunismo, como para los fascismos europeos, era imponer la idea del estado omnipotente. Se ve en la bibliografía apuntada de que forma, en nuestro país, la recta ascendente de crecimiento se “quiebra”, justamente cuando Perón combina el estatismo con el clientelismo en Argentina, diferenciándose así de los Estados Unidos y con un final previsible: el primero hacia el retroceso y la última, la nación más poderosa.

El estatismo no solo es un principio socializante, las empresas del estado son concebidas para acomodar amigos y hacerse de suculentos fondos para mantener la estructura partidaria, evitando a la vez la formación de capitales privados, que compitieran por el poder. El resultado fue que aquellos, los negocios más rentables del mundo, aquí en manos de incapaces nombrados por “política”, daban pérdidas escandalosas, que toda la sociedad tuvo y tiene que pagar con subsidios.

La falta de porvenir de los jóvenes de hoy, consecuencia de una nación fallida, es entera responsabilidad de la clase política, que para permanecer en el poder, corrompió con la dádiva y los puestos públicos, al menos a la mitad de los habitantes en edad de producir y cuando no pudieron despojar más a los contribuyentes, a través de más de 50 impuestos, pidieron créditos internacionales para pagar sueldos y jubilaciones de privilegio (se disimula diciendo “para cubrir el déficit del presupuesto”), constituyendo la primera causa de nuestra deuda externa, por último cuando no hubo más crédito externo, se vaciaros las AFJP, el Ansés, el Banco Central, y en el futuro irán por cuanta fuente de recursos exista hasta tocar fondo. Una vez agotados los recursos, se pasa la bomba de tiempo al próximo gobierno, el que hará un ajuste temporal, para luego reiniciar nuevamente el ciclo sin cambiar las reglas de juego, origen del problema.

[1]Imagen tomada de Wikipedia:

http://es.wikipedia.org/wiki/Julio_Argentino_Roca

[2] “Las Causas de la Decadencia Argentina..” http://www.derecho.uba.ar/revistagioja/articulos/R0001A001_0003_investigacion.pdf

[3] Viven del Estado 11 millones de personas. Por Orlando Ferreres http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1248731

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