sábado, 27 de septiembre de 2008

50 - El cineasta

Con este capítulo, inicio una serie de cuentos ubicados en escenarios y en tiempos reales, pero son fruto de la fantasía y cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.


Oímos comentarios que había llegado al pueblo Nogueira, con unas chicas que hacían filmaciones documentales, era un conocido de la juventud pero no de nuestra intimidad.

Escuchamos que filmaban ranchos y viviendas precarias, que reportearon a un viejito que vivía solo, en una piecita casi sin techo, eran tiempos de la subversión allá por los 70. Era casi de noche y nada indicaba a los pocos amigos reunidos en la confitería, que aquel día terminaría de una forma imprevista. Justo vimos que llegaba un grupo, era Nogueira acompañado de dos chicas de unos veintitantos años. Lo reconocimos más por la descripción de quienes los habían visto que por su aspecto, ya que cuando se fue de Tinogasta era muy joven.

Los invitamos a la mesa, traté muy disimuladamente de averiguar sus intenciones sobre las filmaciones que hacían para entender por que no incluían también algunas partes mejores o más vistosas del pueblo; no contestaron nada importante, los argumentos de estos jóvenes era fácil de imaginar, pero en un momento, las chicas trataron de escapar hacia otro tema menos escabroso y comenzaron a divagar sobre sus vidas que no les había dejado resquicios por explorar, habían probado todo, sus experiencias fueron tantas, tan variadas y fuertes que ya nada ni nadie podía emocionarlas.

Como repetían una y otra vez la imposibilidad de nuevas sensaciones, comenzamos a pensar que podrían estar drogadas, entonces me vino una idea para sacarlas del desánimo a la vez que procurarnos una diversión. Uno de los amigos presente en la mesa, había participado hacía algún tiempo con un grupo, en travesuras que para nada apruebo hoy, situadas en el límite de lo aceptable para unos e inadmisibles para otros. Formaba parte de nuestra búsqueda de emociones, eran tiempos de adrenalina y no de cocaína.

Entonces les hice una propuesta, les dije que después de escuchar su letanía, las desafiaba a realizar una aventura que las emocionaría profundamente, me contestaron que no lo creían, les insistí y les dije que lo haríamos en un rato más. Tras muchas negativas y desconfianzas, me dijeron que aceptarían si les garantizábamos que no habría hechos de violencia y que nadie las tocaría por ningún motivo. Les dimos esas garantías y en un breve aparte, envié a un amigo a “preparar” el equipo, que involucraba otros colaboradores, éstos ya sabían que debían repetir una rutina ya conocida.

Entretuve al grupo dando tiempo a que se preparara el equipo, ya no tendría oportunidad de hablar con alguno de ellos. Por fin llegó la hora, subimos todos en una camioneta y me dirigí al cementerio, cuando presintieron hacia donde íbamos, empezaron a manifestar cierta molestia ya que insinuaba una experiencia previsible y poco agradable. Llegamos al portón por donde se introducen materiales de construcción y nos dirigimos a un cruce de calles en el centro, donde está la mayor cantidad de mausoleos. La noche con una luna en cuarto menguante permitía caminar sin inconvenientes, los hice formar en semicírculo, eran unas diez personas las que habían llegado al lugar.

Era mi turno, debía comenzar a actuar:

¡Convoco, esta noche de tenue luna, a vosotros, espíritus amigos, levantaos de vuestros aposentos y acercaos, hay quienes quieren conoceros, almas incrédulas que divagan por el mundo de la luz sin saber que más poblada esta la tierra eterna! ..... y mientras esto decía, subía y bajaba las manos extendidas, pronunciando palabras inteligibles y gesticulando como si hubiera entrado en trance.

Con los ojos apenas entreabiertos, podía ver como las chicas se empezaban a tomar de las manos en un acto involuntario, los hombres también mostraban inquietud creciente y apretaban las mandíbulas para evitar que comenzaran a temblar.

Estaba por iniciar la segunda parte de la invocación cuando comenzaron a sentirse voces a distancias imprecisas, que imitaban a lobos, comenzaron muy suaves pero provocaron el acercamiento del grupo que trataba de autoprotegerse, yo desconté que estaba funcionando a la perfección el equipo que había organizado y continué la “ceremonia”.

¡Ya presiento su llegada!.... exclamé, estad atentos que pronto comenzarán a corporizarse.... pero en eso momento sucedió un hecho increíble, un grito de terror rasgó el silencio de la noche, todo el grupo levantó la cabeza dirigiendo la mirada a un mausoleo que estaba atrás mío, tales fueron las expresiones de estupor que interrumpí mi actuación y miré hacia atrás.....,!no lo podía creer!...., una figura blanca, etérea, subía serpenteando desde atrás de una cúpula redonda encima de un mausoleo, debo reconocer que me pegué un tremendo susto ya que esa parte no había sido preparada de antemano, atónito y sin palabras no supe como disimular el impacto de lo imprevisto y de los espectadores se apoderó el desconcierto.

El grupo, al advertir que el promotor de tan extraño ritual estaba perdiendo el control de la situación, se desparramó en todas direcciones quedando solo en el centro el grupo de forasteros que no se orientaban en que dirección estaba la salida, me acerqué a ellos pero las chicas comenzaron a insultarme descontroladas, me dijeron de todo, no podían creer que estuvieran viviendo una situación límite. Buscaba tranquilizarlas pero no me escuchaban hasta que por fin una de ellas que amagaba con pegarme, me exigió a los gritos que la sacara de inmediato de allí, era justo lo que esperaba y las conduje casi corriendo hasta la salida.

Cuando llegué al vehículo surgió un nuevo problema: faltaban varios, por lo que no pude complacer la exigencia de las chicas de trasladarlas de inmediato al centro. Desde el principio había enviado grupos a buscar a los perdidos, pasaba el tiempo y cada tanto aparecía alguno, pero la situación era insostenible por lo que encargué a algunos que se quedaran a continuar la búsqueda y llevé el resto al centro.

Al día siguiente me reuní con mi equipo, me contaron que Mario, ensayando un nuevo truco, fue el que se puso una sábana y se subió al mausoleo con la bóveda, las ramas de un ciprés proyectando su sombra fueron las que produjeron la impresión de una figura ondulante elevándose.

Pero había un problema serio, aquella noche no pudieron recuperar a todos, uno se había perdido, esperamos un día , dos, pero no lo volvimos a ver. Pasó el tiempo, años, muchos años hasta que un día, sentado en una confitería, vi que venía caminando despreocupada aquella persona, no podía ser otro, su figura era inconfundible, pronto calculé que pasaron más de 35 años, por un instante dudé si saludarlo pensando que quizás guardaba algún resentimiento pero le salí al encuentro, lo abrasé y le pregunté:

- ¿te acuerdas de mi?

-claro, me contestó.

Lo volví a abrazar y cuando se alejaba pensé si no habrán sido cenizas de la eternidad.

No hay comentarios: