viernes, 21 de diciembre de 2007

21 - Arecibo

Había enfrentado el miedo en situaciones tan frecuentes y diversas que no las cuento porque al igual que en la película “El Gran Pez”, nadie me creería, el miedo es humano, pero de tanto enfrentarlo se había ido diluyendo en el conjunto de sentimientos al punto de casi desvanecerse. ¿Había perdido acaso a uno de los gigantes del alma? ¿podía una persona haberse quedado sin miedos?

Muchas décadas pasaron hasta que junto a unos amigos nos embarcamos en una aventura en Puerto Rico, apenas arribamos a esta isla caribeña, subimos a la terraza del hotel donde nos alojamos frente al mar a unos pocos kilómetros de la ciudad de San Juan, la capital del país. Había en la terraza un yacusi al aire libre con agua tibia donde nos relajábamos después del largo viaje, sentimos un instante las fugaces caricias de la felicidad, observando un hermoso e inusual paisaje cuando comenzó a sentirse una fuerte vibración y un ruido ensordecedor hasta que por un lado de la terraza vimos aparecer una avión de gran porte con su tren de aterrizaje desplegado que pasaba rasante por sobre nuestras cabezas, nos pegamos un susto tremendo y vimos que el avión tocó tierra a los pocos metros. No nos percatamos que a pocas cuadras del hotel estaba el aeropuerto, pero esto fue solo un susto el miedo vendría después.

Un día decidimos conocer el gran radiotelescopio de Arecibo para lo que contratamos un taxi, el conductor haría de guía por lo que apenas partimos iba señalando lugares interesantes a diestra y siniestra pero al tomar una avenida dijo que miráramos nosotros solos, que él no lo haría, a la izquierda en la próxima esquina una iglesia satánica. !Caramba¡ realmente que cosa extraña, era impresionante, le dijimos que parara que tomaríamos algunas fotos pero el chofer aceleró raudamente visiblemente afectado por lo que nos quedó solo una vaga imagen de algo muy fuera de lo común, nos advirtió que no volviéramos allí que quien entra a esa iglesia no sale nunca más..., se persignaba y rezaba solo por haber pasado cerca.

Viendo la sorpresa que nos había producido el templo se desvió de la ruta hacia un barrio pasando por una casa cuyo frente estaba lleno de muñecos humanos de tamaño real pegadas en el frente, otra sensación extraña que confirmaba la presunción de que existía por esas tierras una secta satánica. El tema hasta llegar a Arecibo fue las increíbles narraciones que el chofer hacía sobre la gran cantidad de expresiones diabólicas que había en ese país.

Por fin tras unas dos horas de viaje llegamos a las inmediaciones del radiotelescopio para lo cual había que trepar una cuesta llene de vegetación. Esta gigantesca antena de 305 metros de diámetro, tiene una larga historia que no es el caso contarla aquí, quien le interese el tema puede obtener abundante información en Internet.

Vista aérea del gran Radiotelescopio de Arecibo


Vista satelital del radiotelescopio de Arecibo en Google Earth en primer plano el Gregoriano móvil.

El autor y su esposa en el gran radiotelescopio de Arecibo, suspendido por cables el Gregoriano que enfoca las señales del reflector esférico principal fijo y apoyado sobre el suelo.

No queriendo abrumar con información técnica, solo diremos que entrevistamos a una de las autoridades del radiotelescopio para preguntarle si habían recibido alguna señal extraterrestre, respondiéndonos que desde que se puso en funcionamiento en 1963, jamás se detectó señal inteligente alguna pese a que exploraron hasta 10 mil millones de años luz de nuestro planeta en el borde mismo del universo que percibimos. “...lamentamos decirles que al parecer estamos solos en el universo”, con esta reflexión emprendimos pensativos el regreso.

Nuevamente en San Juan, la capital, decidimos ir a cenar a un restaurant, estábamos departiendo tranquilamente cuando de pronto una extraña energía negativa comenzó a hacerse intensa, algo me decía que enfrentaría algo sobrenatural, al instante se sumó el ruido más extraño que había sentido jamás y de pronto la imagen que disparó el miedo por tantos años olvidado: una mujer avanzaba hacia nosotros con las uñas tan largas que las arrastraba por el suelo, la observé una fracción de segundo y le quité la mirada, se me formó un nudo en la garganta, quedamos todos paralizados, el silencio se apoderó de todo el local, la mujer de rostro satánico se sentó en una mesa a unos pocos metros nuestro.

Por más subjetivo que resultara el encuentro, quedaba claro que alguien con esas características poseía los señales suficientes para despertar temor y recelo en los demás. Nunca sabremos que pasó aquella noche, ni quien era esa persona, tras un tiempo prudencial, disimuladamente nos levantamos y nos alejamos del lugar. Había recuperado a un gigante del alma.

Aclaro que no se trata de Lee Redmond (récord Libro Guinness), ya que ésta es sorprendente pero no espeluznante.

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